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Fuente: ELIKA

https://www.elika.eus/

Fecha: 8 de junio de 2021

El Comité Científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) ha publicado un informe científico en relación con los efectos del cambio climático sobre la presencia de micotoxinas en los alimentos.

Las dos últimas décadas se ha evidenciado una tendencia creciente en la prevalencia de micotoxinas en alimentos, tendencia que podría ser atribuible, entre otros, al cambio climático, sin olvidar que la generalización de sistemas de monitorización y la aparición de técnicas de análisis avanzadas han podido contribuir también a dicha tendencia.

En el Sur de Europa cabe esperar un claro incremento de la incidencia de aflatoxinas en maíz, tradicionalmente ligadas a climas tropicales, y también un agravamiento del problema ya existente de fumonisinas en este mismo cereal.

Identificación del Riesgo
La primera micotoxina identificada fue la aflatoxina (AF) en 1961. Desde entonces se conocen unas 400 micotoxinas. Se consideran especies de Aspergillus, Fusarium y Penicillium como los productores de micotoxinas más importantes. Las micotoxinas de mayor relevancia actual son las AFs, el DON, las toxinas T-2 y HT-2, la ZEN, las FBs, la OTA, los alcaloides del ergot, la PAT y la citrinina.

Los alimentos más susceptibles de acumular micotoxinas son los cereales (incluido el maíz), los frutos secos y sus subproductos o la fruta deshidratada. Si las micotoxinas llegan de esta forma al consumidor final, produciéndole intoxicación, se habla de micotoxicosis primaria, mientras que la micotoxicosis secundaria es aquella intoxicación producida por la exposición a las micotoxinas a través de la ingesta de productos de origen animal (productos lácteos o carne) tras procesos de biotransformación, si los animales se han alimentado con piensos contaminados.

 

Peligros para la Salud
La exposición aguda o crónica a micotoxinas a través de la alimentación es capaz de inducir una variedad de efectos tóxicos sobre la salud en humanos y animales. Sus efectos pueden inducir neurotoxicidad, hepatotoxicidad, toxicidad pulmonar, renal, hematológica, sobre el sistema inmune, el tubo digestivo o glándulas endocrinas. A parte de la dosis de la micotoxina en cuestión, los efectos biológicos producidos dependen de otros factores como la susceptibilidad individual, la edad, el estado nutricional y de salud basal, y una función intestinal normal. Este último tiene especial interés, pues las micotoxinas que pueden contaminar los alimentos entrarán primero en contacto con el tracto gastro-intestinal.

Existen algunas evidencias que apuntan a que la microbiota sería capaz de degradar algunas micotoxinas, particularmente tricotecenos y OTA, si el hospedador alberga una microbiota equilibrada.

Otro aspecto a tener en cuenta es la dificultad de valorar posibles efectos tóxicos de la concurrencia de diferentes micotoxinas presentes simultáneamente en los alimentos o la sinergia con otros agentes tóxicos como los disruptores endocrinos.

 

Factores que influyen sobre la producción de micotoxinas en el campo
La producción de las diferentes micotoxinas depende, fundamentalmente, de la ecofisiología de los mohos que las producen en cada caso, siendo el ecosistema, y en particular, la humedad y temperatura ambiental, las precipitaciones y la presencia de insectos factores determinantes de la invasión por mohos toxigénicos y la acumulación de micotoxinas en los cultivos. Estos factores están directamente relacionados con el cambio climático y la variación de temperatura y precipitaciones.

Las altas temperaturas medias y máximas durante el verano pueden afectar negativamente la incidencia de Fusarium spp y los períodos de sequía también se asocian con el crecimiento de mohos toxigénicos, ya que favorecen su esporulación y, en consecuencia, su dispersión. Su desarrollo también se ve estimulado por el estrés sufrido por las plantas que colonizan y la disminución de su inmunidad natural frente a patógenos. Además, las condiciones de sequía favorecen, por ejemplo, el agrietamiento de las cáscaras de pistachos y cacahuetes dando lugar a una mayor incidencia de A. flavus y la consiguiente contaminación por AFs.

Por otra parte, los episodios de lluvias torrenciales, sucedidos durante la floración de los cereales, pueden desencadenar el desarrollo de Fusarium en los mismos.

Los insectos y otros artrópodos que se alimentan de frutos secos, vainas, espigas suelen facilitar el establecimiento de hongos toxigénicos. Debido a que los insectos son ectotérmicos, un aumento en la temperatura del ambiente influye directamente en sus tasas metabólicas, las tasas de desarrollo y las pautas de actividad. Todos estos factores podrían llevar a un aumento de las cifras de insectos, aumento de los daños a los cultivos, mayor incidencia de contaminación por hongos, y por extensión, mayores niveles de micotoxinas.

 

Distribución geográfica de especies fúngicas toxigénicas como consecuencia del cambio climático
La distribución actual de mohos toxigénicos a lo largo y ancho del planeta depende de las condiciones climáticas existentes en cada zona. Existen evidencias del incremento de mohos aflatoxigénicos propios de zonas tropicales y subtropicales en cereales de zonas de clima templado que en los últimos años han ido transitando a climas más cálidos, con la consiguiente problemática por aflatoxinas. Dicha tendencia parece generar, indirectamente, episodios crecientes de contaminación por aflatoxina M1 en leche.

El caso de las toxinas de Fusarium es más complejo, pero parece haber una redistribución geográfica de las diferentes especies de Fusarium, con una incidencia creciente en varias zonas geográficas de F. graminearum (productor de Zearalenona y Deoxinivalenol), F. poae y F.langsethiae (productores de toxinas T2 y HT2, entre otras), y F. avenaceum (productor de micotoxinas de menor relevancia toxicológica).

Además, el riesgo por Fumonisinas podría aumentar en las zonas productoras de maíz, ligado a los episodios de sequía, mientras que las especies productoras de Fumonisinas podrían desplazarse también a zonas de mayor latitud. Todo ello no implica necesariamente que exista una variación global significativa en la incidencia de estas micotoxinas como consecuencia del cambio climático, aunque sí que puedan experimentarse variaciones localmente.

 

Estrategias de comunicación
Existen diversas estrategias de mitigación del problema creciente por presencia de micotoxinas:

• Prácticas agrícolas preventivas en campo, incluyendo el desarrollo de variedades vegetales resistentes a micotoxinas.
• Las buenas prácticas durante la cosecha y almacenamiento de los cereales, incluyendo control de humedad y uso de fungistáticos, que eviten producción adicional de micotoxinas, más allá de las ya acumuladas en el campo.
• Procesos de descontaminación físicos, químicos y biológicos; los métodos físicos incluyen los procesos de limpieza y selección de cereales, mientras que los métodos biológicos, de más reciente desarrollo, permiten el uso de microorganismos o enzimas para la degradación de micotoxinas.
• Muestreo, análisis y descarte de lotes de cereales contaminados por micotoxinas.

 

Conclusiones
El cambio climático puede conducir a la desaparición de algunos cultivos de determinadas zonas, eliminando los hongos que los colonizan, o que simplemente las condiciones extremas no permitan la supervivencia de los mohos toxigénicos, pero sí la continuidad de los cultivos.

El informe concluye apuntando a la conveniencia de aunar esfuerzos no solo contra el cambio climático en cuanto fenómeno mundial, sino también en el fomento y adopción de proyectos y programas específicos dirigidos a prevenir y mitigar la incidencia de la presencia de las micotoxinas en los piensos y productos alimenticios, con la participación del sector público y privado, incluyendo naturalmente a la comunidad científica, a los responsables de la gestión de riesgos, a los productores e incluso a los consumidores mediante las oportunas estrategias de comunicación.

El Comité Científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) ha publicado un informe científico en relación con los efectos del cambio climático sobre la presencia de micotoxinas en los alimentos.

Las dos últimas décadas se ha evidenciado una tendencia creciente en la prevalencia de micotoxinas en alimentos, tendencia que podría ser atribuible, entre otros, al cambio climático, sin olvidar que la generalización de sistemas de monitorización y la aparición de técnicas de análisis avanzadas han podido contribuir también a dicha tendencia.

En el Sur de Europa cabe esperar un claro incremento de la incidencia de aflatoxinas en maíz, tradicionalmente ligadas a climas tropicales, y también un agravamiento del problema ya existente de fumonisinas en este mismo cereal.